¿A qué edad se forman nuestras preferencias musicales? La respuesta está en el cerebro.

01.08.2022

Todos sabemos qué música nos gusta escuchar. Pero muy raramente nos preguntamos por qué es así, ni recordamos cuándo fue que nos comenzó a gustar. ¿A qué edad fue? ¿Y por qué? 

Actualmente se habla mucho sobre la necesidad de crear nuevos públicos para la música clásica. Las iniciativas en ese sentido buscan, en su mayoría, atraer público joven mediante una combinación de música y espectáculo visual. Se supone que presentando, por ejemplo, un concierto sinfónico combinado con luces e imágenes espectaculares, el interés por la música aumentará significativamente y la juventud, acostumbrada a los grandes shows de música pop, se sentirá así atraída también por los "shows" de música clásica. Es un asunto muy discutido, naturalmente, porque de esa forma se pone en duda el poder emocional puro de la música. No vamos a entrar en esa discusión, porque investigaciones científicas recientes son muy reveladoras.

¿Qué dice la ciencia acerca del cerebro?
Los investigadores determinaron la importancia de la memoria en una actividad desarrollada en el tiempo, como es la música. Se ha observado que la música es muy resistente a las transformaciones de los rasgos básicos, o sea, podemos reconocer una música en particular, aunque las versiones sean bien diferentes. Para hacer eso, nuestro cerebro realiza cálculos enormemente complejos y selecciona los rasgos permanentes, aquéllos que nos permiten reconocer la versión original. Los modelos de la denominada "huella múltiple" permiten entender cómo procesamos y conservamos con exactitud la información sobre la música que escuchamos, por ejemplo, los intervalos de la melodía, los acordes que la acompañan, los sonidos de los instrumentos... Pero el cerebro también es capaz de formular abstracciones. Se cree que cada experiencia se guarda en la memoria junto con la información de su contexto. O sea, más simplemente, quiere decir que nuestros recuerdos musicales se pueden mezclar con acontecimientos asociados a la vivencia musical. Por eso es que la música tiene tanto poder evocador.

¿Existe un centro cerebral asociado con la música?
No. Por cierto, hay centros asociados con habilidades, percepciones y hasta comportamientos determinados, pero no se puede decir que existe un centro único de la música. Según el "principio de neuroplasticidad" (cualidad de adaptación de las neuronas a las funciones exigidas) nuestro cerebro puede modificar diferentes áreas adaptándolas a desempeñar nuevas funciones, en caso necesario. La música parece ser la actividad que envuelve casi a la totalidad de las regiones cerebrales conocidas y a prácticamente todo el subsistema neuronal. Investigadores como Daniel J. Levitin, sostienen esto y van más lejos: actos tan simples como acompañar un ritmo con el pie, activan zonas del cerebro tales como el hipocampo para recurrir a la memoria, o el área de Wernicke para entender la letra de la canción que escuchamos. El cerebro - siempre según el mismo autor - organiza la información recogida y hace un cálculo de probabilidades procesando en nivel bajo la información, pero esos datos son inmediatamente transmitidos a las regiones superiores del córtex, que los interpretan como una información con forma y contenido, en un procesamiento de nivel alto. Estos procesos se actualizan constantemente y se informan recíprocamente, de manera que las interpretaciones creadas durante los procesos de nivel alto también influyen en las de nivel bajo, lo cual puede producir rellenos perceptivos, o sea, diversas ilusiones...

¿De qué manera nos gusta la música?
Esto tiene relación con los pronósticos que nuestro cerebro puede hacer, y cómo se crean diferentes expectativas. Los compositores utilizan efectos como cadencias y giros melódicos diversos e inesperados, con el claro propósito de desarmar las expectativas del oyente. Se constató experimentalmente que esto activa nuestros mecanismos cerebrales de placer y recompensa, mucho más que la música donde todo es previsible.

Según Levitin, vamos asimilando desde niños las pautas de la cultura musical en que hemos crecido. En base a la frecuencia con que se repiten los rasgos predominantes de un tipo de música, adquirimos ciertos esquemas de conocimiento que, en el caso de la música, se forjarían ya en el vientre materno. Ese conocimiento es representado en el cerebelo mediante códigos que son millones de etiquetas químicas, neurotransmisores y neuronas que se activan a velocidades e intensidades diferentes. Así, recordar un acto concreto, es recurrir a un código existente. La capacidad cerebral de anticiparse previendo acontecimientos, es un recurso para reaccionar con rapidez.

Mediante técnicas de imagen por resonancia magnética, es posible estudiar con aproximación suficiente la velocidad de respuesta y la localización de los cálculos realizados por el cerebro. De esta forma, se pudo observar que la respuesta de las neuronas a la música es compartida con las zonas del habla. Esto viene contribuyendo a alimentar la teoría del origen común de la música y el lenguaje. Pero este detalle cuestionó la teoría tradicional de las funciones separadas de los dos hemisferios cerebrales. La creación del lenguaje se procesa en el hemisferio izquierdo, mientras la música es procesada en el hemisferio derecho. Si la música los hace interactuar no serían tan independientes, y el origen de la música y el lenguaje bien podría haber sido en común.

Evidentemente, el cerebro es un organismo tan complejo como admirable. La naturaleza es previsora y crea conexiones en demasía entre las neuronas, hasta que sea determinado cuáles serán útiles, y cuáles no, en el futuro desempeño cerebral. ¿Cuándo será ese momento? ¿Eso podría afectar nuestras preferencias musicales?

Hay un momento crítico para definir los gustos musicales, y es alrededor de los 10 años de edad, porque esa edad coincide con la máxima creación de conexiones neuronales y, además, todavía no se inició la eliminación de las conexiones innecesarias, o sea, la eliminación de los circuitos menos utilizados. Esta "poda" se inicia aproximadamente a los 14 años, época ésta que además es emocionalmente muy fuerte. En la edad adulta la creación de nuevos circuitos es posible, pero es mucho más lenta. Aunque podamos aprender nuevas estructuras musicales, con la edad es cada vez más difícil entender sistemas musicales nuevos. Experimentos realizados con base neuronal, indican que ciertas preferencias de los niños y de algunos adultos, pueden tener origen fisiológico, o sea, la predilección por un tipo u otro de música podría tener relación con la evolución del oído en concordancia con el entorno, por ser rasgos sonoros de significado ambiental. En ese punto, habría una cuestión de equilibrio entre lo que satisface, o no satisface nuestros esquemas cognitivos hasta un punto en que, simplemente, entendemos o no entendemos la música que escuchamos. Y si la música no se entiende no gusta.

Gustavo Britos Zunín

01/08/2022